miércoles, 18 de mayo de 2011

Etnografía


Llega el mes de las flores y como desde hace 700 años cuando el rey Sancho IV otorgó a Talavera el privilegio real de la organización de dos ferias agrícolas al año, San Isidro en mayo y San Mateo el apóstol en septiembre, los talaveranos esperan ansiosos el día 15 para conmemorar a su patrón. Muchos de ellos, mayores y niños, se engalanan con sus mejores atuendos de talaveran@s, sevillanas, camperos, amazonas  para formar parte de un desfile oficial con carrozas, caballerías, orquestas, que parte de la plaza del Pan, zona antigua de la ciudad donde se ubican varios edificios públicos, entre ellos el ayuntamiento y policía local, para después dar paso a un recorrido por la ciudad hasta llegar a la ermita donde se encuentra el santo patrón. El transcurso del desfile dura unas tres horas, durante las cuales los participantes arrojan caramelos, beben, bailan, cantan, deleitando así al resto de autóctonos y visitantes que contemplan con alegría este cortejo. Con la llegada a la ermita, los participantes y acompañantes despliegan todo un campamento de neveras con comida y bebida que desaparece por momentos. Algunos jinetes, entre otros, quizás por el calor de las fechas, lo ajustado de los trajes, el largo recorrido o por el compendio de todo, beben más que comen, lo que provoca algún que otro accidente como la caída de uno de ellos a lomo de su caballo. Una vez acabadas las provisiones se marchan del lugar dejando todo como si de un huracán se tratara a terminar la jornada, muchos de ellos con la tarde de toros ó bien de ruta por los chiringuitos de la feria.
Sea lo que fuere, los tres días que duran estos festejos la ciudad se torna con otro ambiente de más tráfico, atascos, comercios cerrados, pero con la alegría y entusiasmo que estas fechas se merecen y en las cuales según un tertuliano “se aguanta todo”.








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